Comentario
Mediado el siglo XI, el viejo monasterio carolingio de Santa Fe de Conques procederá a una total renovación. Según la crónica de la abadía, las obras de una nueva iglesia fueron emprendidas por el abad Odolrico (1030-1065). El trabajo debió progresar rápidamente, pues poco antes de su muerte había procedido a trasladar el cuerpo de la santa a la cabecera de la iglesia nueva. A principios de la centuria siguiente, fue necesario rehacer las partes altas del templo porque éste amenazaba ruina.
Según opinión bastante generalizada, el templo de Odolrico podría corresponder a la conocida disposición de las llamadas iglesias de peregrinación: templo de tres naves, con amplio crucero de igual estructura, y cabecera en forma de girola a la que se abren tres absidiolas. La gran diferencia con el común de la tipología reside en el escalonamiento de los dos ábsides que se disponen en cada brazo del transepto. El análisis de las partes altas, incluidas las tribunas de la nave, y las columnas de la girola nos indica que todo ello pertenece a las obras de restauración de principios del XII.
Una compleja historia, llena de dificultades para la comunidad que rige los destinos de San Saturnino de Toulouse, condiciona las obras de la primera etapa de la construcción de su iglesia. Sabemos que, entre 1082 y 1085, se suspenden unos trabajos que no se sabe cuándo habían comenzado. Se da por concluida la parte principal de la cabecera cuando fue consagrada por Urbano II, el 24 de mayo de 1096, en presencia de quince obispos y arzobispos, varios de ellos españoles. Poco después de 1100, figuraba como operarius el canónigo Raymond Gayrard, que se encargaría de la construcción de las naves laterales y parte de los muros de la central hasta su muerte en 1118.
Es un edificio más vasto que Conques, con cinco naves longitudinales y una cabecera muy regularizada en la distribución de los ábsides del transepto y en los cinco absidiolos de la girola. Discute su prioridad cronológica a Compostela, así como el posible liderazgo arquetípico de la tipología. La simple comparación de la planta, el análisis de la articulación de la tribuna y la organización de sus vanos exteriores demuestran la mayor madurez de la catedral gallega.
Las experiencias de la cabecera organizada en girola fueron aplicadas, finalizando el siglo XI, en otros edificios de esta amplia zona geográfica: San Hilario de Poitiers y Saint-Savin-sur-Gartempe. En este último templo no preocupó el tema de la tribuna sobre las colaterales, disponiendo una solución bastante arcaizante, dos filas de enormes columnas apean los arcos que soportan el cañón seguido de la nave. Sin embargo, la solución Toulouse-Conques completa tuvo una gran trascendencia en el tiempo como demuestra Notre-Dame-du-Port, en Clermont-Ferrand, en construcción en los últimos años del XII, y en otros templos de Auvernia, Saint-Nectaire, Orcival, Issoire, etc.
Un grupo muy homogéneo lo constituye el que adopta series de cúpulas ordenadas en hilera sobre los tramos de la nave central. Son setenta y tres los edificios que se han inventariado de este tipo, fundamentalmente en la zona del Perigord. A veces estas cúpulas se hacen visibles al exterior, tal como sucede en la arquitectura bizantina que les sirvió de modelo, aunque en interpretación bastante libre y adecuada a las circunstancias técnicas locales. Los ejemplos más antiguos corresponden a las catedrales de Cahors y Perigueux. La iglesia de Saint-Front de Périgueux, comenzada después del incendio de la anterior basílica en 1120, sigue el modelo cruciforme de San Marcos de Venecia, disponiendo una cúpula en cada uno de los brazos de la cruz. Son muy interesantes, y de indudable origen oriental, los pilares complejos que sirven de caballete a las cúpulas. Su carácter especial de santuario martirial ha debido ser tenido en cuenta para proyectar su planta en forma centralizada.
La iglesia de la catedral de Angulema, con su acusado crucero, levanta sobre los cuatro tramos de la nave única otras tantas cúpulas apeadas en sólidos pilares, arcos apuntados y pechinas. Es obra del obispo Girard II (1101-1136).
Ya en tierras del Loira, la famosa abadía de Fontevrault levantaba una iglesia, consagrada en 1119, que fundía la cabecera de girola con una larga nave con cúpulas al más puro estilo Angulema. Las cúpulas que vemos en la actualidad son obra de una restauración moderna.
Un grupo importante de iglesias adopta una fórmula arquitectónica bastante simple y, en cierto modo, arcaizante. Tres naves paralelas, casi de la misma altura, cubiertas con cañones apuntados dispuestos en sentido longitudinal. Se las suele denominar "églises-halles". La iluminación resulta difícil, al tener que hacerse desde las colaterales o por un gran vano dispuesto en la fachada occidental. El templo más maduro del grupo es Aulnay que introduce un crucero como variante del prototipo general. La falta de complejidad espacial de este grupo, con una amplia difusión por el Poitou, se compensa con una riquísima decoración escultórica.
La escultura monumental, siguiendo experiencias tradicionales, avanza en la definición de los capiteles con entrelazos, vegetales e historiados en edificios como el Conques de Odolrico o la primera fase de San Saturnino de Toulouse. El arte del maestro Guilduin, que inscribe su nombre sobre el ara de Toulouse que consagra Urbano II en 1096, muestra su aprendizaje en la escultura tardorromana.
Del mismo estilo, pero de otra u otras manos, son siete placas relivarias de un antiguo coro, hoy encastradas en la girola. Muestran la preocupación por el volumen de la figura, destacándola sobre el fondo, sin olvidarse el tratamiento de gestos y actitudes expresivas. Antes de 1118, los escultores adecuaban perfectamente sus relieves a la composición de un tímpano en la puerta Miégeville de esta basílica de San Saturnino. Representa la ascensión de Cristo contemplada por los apóstoles alineados sobre el dintel. La especial atención prestada a la adecuación al marco no impide que las figuras se muevan en una especie de, pasos de danza que rompe con la rígida frontalidad de los relieves de la girola.
El taller que trabaja en la decoración del claustro de Moissac en torno a 1100 muestra, en las figuras de los apóstoles representados bajo arcadas en relieves individuales, una concepción de la talla plana, como dejándose influir por las formas de posibles modelos de marfil. Hacia 1130, otro taller esculpe la gran portada de la iglesia, con un tratamiento del relieve profundo en las figuras, plano, casi superficial, pero siempre con un virtuosismo de orfebre en la minuciosidad del detalle. Sobre el tímpano, la grandiosa visión apocalíptica de San Juan: la inmensa figura de Cristo en majestad, imperante entre los símbolos de los evangelistas y los ancianos portadores de instrumentos musicales y las copas llenas de perfumes simbolizando las oraciones de los santos. La monumentalidad del conjunto demuestra el triunfo definitivo por la adecuación de la escultura a una portada. Multitud de obras, superando incluso no sólo la geografía aquitana sino la de Francia, reflejan las formas desmesuradamente alargadas de las figuras de las jambas de Moissac, así como el aspecto feroz de sus animales.
Por los mismos años que en Moissac, o muy poco después, otro taller aborda otra visión divina sobre la fachada de Conques. Todo aquí es diferente, la serenidad es la nota distintiva de todos los personajes que contemplan o participan de las escenas que se desarrollan ante el Juez supremo, incluso entre los hombres que sufren los horrores demoníacos. El gran tímpano aparece totalmente cubierto de imágenes, pero muy regularmente organizadas mediante líneas que encuadran las diferentes composiciones. Con un arte dotado de un cierto naturalismo, conseguido con recursos ingenuos, a veces hasta torpes, se presentan figuras, de un canon corto muy alejado de la sutil esbeltez de las de Moissac. Todavía, aunque de restauraciones de época moderna, se conservan restos de policromía. No debemos olvidar que la escultura monumental no se consideraba acabada hasta que recibía los colores correspondientes.
Durante todo el siglo XII, las fachadas de las iglesias recibirán complejas decoraciones iconográficas que cubrirán todas las líneas arquitectónicas que configuran no sólo la puerta sino la fachada. La piedra calcárea permitirá a los escultores trabajarla fácilmente, utilizando todo tipo de virtuosismos en los detalles. Iglesias como Notre-Dame-la-Grande de Poitiers, Civray, Aulnay, Saintes, son algunos de estos edificios con portadas profusamente decoradas en las que Linda Seidel ha sabido leer toda una teoría sociocultural de la época.